jueves, 17 de marzo de 2016

 
PREJUICIOS E IDEAS ERRÓNEAS
ACERCA DE LA LECTURA VELOZ
Junto con la difusión del método de lectura veloz y del interés que suscita, también se han generalizado entre el público una serie de ideas equivocadas o simplemente parciales acerca del tema, acompañadas por prejuicios, impresiones erróneas, informaciones imprecisas de origen publicitario o periodístico u originadas en comentarios de terceros, etc.
 
Entre los comentarios o afirmaciones total o parcialmente erróneos que se escuchan cuando surge el tema de la lectura veloz, algunos de los más corrientes son los que siguen:
 
* Es muy útil sobre todo para los hombres de negocios, y especialmente para los “ejecutivos”.
 
* Enseña a leer salteado, a leer sólo lo más importante.
 
* Es una superchería, un engaño.
 
* Yo ya aprendí a leer en la escuela primaria, no lo necesito ahora.
 
* Consiste en leer “apurado, para tener una idea de lo que se trata”.
 
* No deja tiempo para detenerse a pensar o a paladear lo que se lee.
 
* No es más que un negocio para ciertos institutos.
 
* Es una moda como tantas; ¡no durará mucho! o consiste en leer en diagonal o en zigzag.
 
* Es un sistema norteamericano; para ellos está bien porque viven apurados, pero para nosotros... Debe de ser algo muy poco serio si en los colegios y universidades no se lo enseña.
 
* ¡Claro que s puede leer más rápido!... con tal de que no haya mucho que comprender.
 
* Exige aprender a leer de nuevo; ya no estoy en edad de hacerlo.
 
* Es un nuevo invento, ¡vaya a saber de quién!
 
* Por supuesto que se Puede leer mucho más rápidamente, pero luego se olvida más pronto lo que se ha leído.

* Admito que durante el curso se llegue a leer con más velocidad, pero no creo que esa velocidad se conserve después, cuando se deja de hacer ejercicios.

* Es uno de esos métodos par resolverlo, todo: “Si quiere ser feliz y triunfar en la vida, aprenda lectura veloz en 15 días”.
 
* Yo lo practico cuando estoy apurado o no me interesa mucho lo que estoy leyendo.
 
* Es útil para leer diarios y revistas, pero no sirve para estudiar ni para leer obras literarias.

* Consiste en leer por frases y no por palabras.
 
* Es puro charlatanismo, ¿qué autoridad científica tienen los que enseñan lectura veloz? Yo soy corrector de pruebas de imprenta; si pendo lectura veloz perderé mi capacidad para el oficio.
 
* No es ninguna’ novedad para mí; yo siempre practiqué la que ahora llaman “lectura veloz”.
 
Y así de seguido. Las actitudes pueden variar desde un rotundo escepticismo hasta un irónico desprecio; ‘pasando por la de aquellos que, cautamente, se abstienen de emitir una opinión y tratan de conformarse.
 
 
CAUSAS QUE EXPLICAN LAS OPINIONES EXISTENTES SOBRE LECTURA VELOZ
Desconocimiento del proceso de lectura. En realidad, hay una razón de peso para que muchas personas instruidas, sea cual fuere el campo de su actividad, reaccionen negativamente frente a la llamada “lectura veloz”. Sucede que la lectura en general es uno de los actos más personales del individuo y, quizás por ello mismo, unos de los menos conocidos. Lo poco que habitualmente se conoce, o se cree conocer, está muy teñido de ideas preconcebidas adquiridas durante la infancia. Todo esto constituye uno de los principales obstáculos para comprender y aceptar adecuadamente la posibilidad de mejorar la forma habitual de leer, logrando —entre otras ventajas— aumentar la velocidad de lectura.
 
Casi sin excepción, la lectura es considerada como una habilidad aprendida de una vez para siempre en la escuela primaria, alrededor de los seis años de edad, por medio de la cual resulta posible comprender los textos escritos. Salvo en el caso de problemas patológicos relacionados con el aprendizaje y la práctica de la lectura, lo corriente es  creer que no hay motivos para reconsiderarla o perfeccionarla porque, una vez aprendida, ya se sabe todo lo necesario al respecto. Esta posición se origina —y, a su vez, se refleja— en la enseñanza primaria.

De entre todas las funciones del lenguaje que la escuela debe desarrollar —escribir, hablar, oír y leer—, la de leer es la más descuidada. La pedagogía tradicional considera que, cuando el alumno está en condiciones de proceder a la lectura de cualquier palabra que se le pone delante de los ojos —es decir, de repetir verbalmente lo que está escrito o impreso—, con ello ya se le ha enseñado todo lo que puede aprender sobre el tema y lo único que necesita para perfeccionarse es “práctica”. Se presupone que, como a lo largo de sus estudios deberá leer manuales y libros de texto cada vez más complejos, esa práctica terminará por brindarle al alumno la experiencia necesaria para encarar todo tipo de lectura en la forma más adecuada. En consecuencia, y tal vez, por ser una de las “habilidades básicas”, uno de los pilares sobre los que se estructura todo el quehacer educativo, la lectura resulta —paradójicamente— ignorada a lo largo de las etapas de la enseñanza posteriores a si aprendizaje en la escuela primaria.

 
En efecto, ni en el colegio secundario ni en la universidad se vuelve sobre la enseñanza de la lectura. En las clases de idioma nacional y de literatura se dedica cierto tiempo al estudio y análisis de textos literarios, para desarrollar en el estudiante la capacidad de apreciación estética. Pero esto supone perfeccionar sólo un matiz de una capacidad de lectura que se considera ya dominada en todos sus aspectos.

En los programas de estudios no hay lugar para revisar, repasar o perfeccionar algo que se aprendió a tan temprana edad. Se presta gran atención al desarrollo conceptual de las diversas materias, pero se dejan de lado las técnicas de lectura, que constituyen un instrumento esencial para adquirir los conocimientos propios de esas materias. Se ignoran y pasan por alto los resultados de investigaciones y experiencias que destacados investigadores y pedagogos vienen realizando desde principios de siglo, resultados que esclarecen el complejo proceso de la lectura y sientan las bases para enseñar a leer mejor y en forma más racional. La consecuencia de esta omisión es que importantes posibilidades d la mente humana continúan desaprovechadas y, al leer, se sigue perdiendo innecesariamente un tiempo que podría dedicarse a lecturas adicionales o a otras actividades.
 
El desconocimiento del proceso de lectura y el lugar olvidado al que ésta ha sido relegada en la enseñanza no es un problema exclusivo de los países latinoamericanos, sino que es de carácter mundial

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