PREJUICIOS
E IDEAS ERRÓNEAS
ACERCA DE LA LECTURA VELOZ
ACERCA DE LA LECTURA VELOZ
Junto con la difusión del método de lectura
veloz y del interés que suscita, también se han generalizado entre
el público una serie de ideas equivocadas o simplemente parciales
acerca del tema, acompañadas por prejuicios, impresiones erróneas,
informaciones imprecisas de origen publicitario o periodístico u
originadas en comentarios de terceros, etc.
Entre los comentarios o afirmaciones total o
parcialmente erróneos que se escuchan cuando surge el tema de la
lectura veloz, algunos de los más corrientes son los que siguen:
* Es muy útil sobre todo para los
hombres de negocios, y especialmente para los “ejecutivos”.
* Enseña a leer salteado, a leer sólo
lo más importante.
* Es una superchería, un engaño.
* Yo ya aprendí a leer en la escuela
primaria, no lo necesito ahora.
* Consiste en leer “apurado, para tener
una idea de lo que se trata”.
* No deja tiempo para detenerse a
pensar o a paladear lo que se lee.
* No es más que un negocio para ciertos
institutos.
* Es una moda como tantas; ¡no durará
mucho! o consiste en leer en diagonal o en zigzag.
* Es un sistema norteamericano; para
ellos está bien porque viven apurados, pero para nosotros... Debe
de ser algo muy poco serio si en los colegios y universidades no
se lo enseña.
* ¡Claro que s puede leer más
rápido!... con tal de que no haya mucho que comprender.
* Exige aprender a leer de nuevo; ya no
estoy en edad de hacerlo.
* Es un nuevo invento, ¡vaya a saber de
quién!
* Por supuesto que se Puede leer mucho
más rápidamente, pero luego se olvida más pronto lo que se ha
leído.
* Admito que durante el curso se llegue
a leer con más velocidad, pero no creo que esa velocidad se
conserve después, cuando se deja de hacer ejercicios.
* Es uno de esos métodos par
resolverlo, todo: “Si quiere ser feliz y triunfar en la vida,
aprenda lectura veloz en 15 días”.
* Yo lo practico cuando estoy apurado o
no me interesa mucho lo que estoy leyendo.
* Es útil para leer diarios y revistas,
pero no sirve para estudiar ni para leer obras literarias.
* Consiste en leer por frases y no por
palabras.
* Es puro charlatanismo, ¿qué autoridad
científica tienen los que enseñan lectura veloz? Yo soy corrector
de pruebas de imprenta; si pendo lectura veloz perderé mi
capacidad para el oficio.
* No es ninguna’ novedad para mí; yo
siempre practiqué la que ahora llaman “lectura veloz”.
Y así de seguido. Las actitudes pueden variar
desde un rotundo escepticismo hasta un irónico desprecio; ‘pasando
por la de aquellos que, cautamente, se abstienen de emitir una
opinión y tratan de conformarse.
CAUSAS QUE EXPLICAN LAS OPINIONES
EXISTENTES SOBRE LECTURA VELOZ
Desconocimiento del proceso de lectura. En
realidad, hay una razón de peso para que muchas personas
instruidas, sea cual fuere el campo de su actividad, reaccionen
negativamente frente a la llamada “lectura veloz”. Sucede que la
lectura en general es uno de los actos más personales del
individuo y, quizás por ello mismo, unos de los menos conocidos.
Lo poco que habitualmente se conoce, o se cree conocer, está muy
teñido de ideas preconcebidas adquiridas durante la infancia. Todo
esto constituye uno de los principales obstáculos para comprender
y aceptar adecuadamente la posibilidad de mejorar la forma
habitual de leer, logrando —entre otras ventajas— aumentar la
velocidad de lectura.
Casi sin excepción, la lectura es considerada
como una habilidad aprendida de una vez para siempre en la escuela
primaria, alrededor de los seis años de edad, por medio de la cual
resulta posible comprender los textos escritos. Salvo en el caso
de problemas patológicos relacionados con el aprendizaje y la
práctica de la lectura, lo corriente es creer que no hay motivos
para reconsiderarla o perfeccionarla porque, una vez aprendida, ya
se sabe todo lo necesario al respecto. Esta posición se origina
—y, a su vez, se refleja— en la enseñanza primaria.
De entre todas las funciones del lenguaje que
la escuela debe desarrollar —escribir, hablar, oír y leer—, la de
leer es la más descuidada. La pedagogía tradicional considera que,
cuando el alumno está en condiciones de proceder a la lectura de
cualquier palabra que se le pone delante de los ojos —es decir, de
repetir verbalmente lo que está escrito o impreso—, con ello ya se
le ha enseñado todo lo que puede aprender sobre el tema y lo único
que necesita para perfeccionarse es “práctica”. Se presupone que,
como a lo largo de sus estudios deberá leer manuales y libros de
texto cada vez más complejos, esa práctica terminará por brindarle
al alumno la experiencia necesaria para encarar todo tipo de
lectura en la forma más adecuada. En consecuencia, y tal vez, por
ser una de las “habilidades básicas”, uno de los pilares sobre los
que se estructura todo el quehacer educativo, la lectura resulta
—paradójicamente— ignorada a lo largo de las etapas de la
enseñanza posteriores a si aprendizaje en la escuela primaria.
En efecto, ni en el colegio secundario ni en
la universidad se vuelve sobre la enseñanza de la lectura. En las
clases de idioma nacional y de literatura se dedica cierto tiempo
al estudio y análisis de textos literarios, para desarrollar en el
estudiante la capacidad de apreciación estética. Pero esto supone
perfeccionar sólo un matiz de una capacidad de lectura que se
considera ya dominada en todos sus aspectos.
En los programas de estudios no hay lugar
para revisar, repasar o perfeccionar algo que se aprendió a tan
temprana edad. Se presta gran atención al desarrollo conceptual de
las diversas materias, pero se dejan de lado las técnicas de
lectura, que constituyen un instrumento esencial para adquirir los
conocimientos propios de esas materias. Se ignoran y pasan por
alto los resultados de investigaciones y experiencias que
destacados investigadores y pedagogos vienen realizando desde
principios de siglo, resultados que esclarecen el complejo proceso
de la lectura y sientan las bases para enseñar a leer mejor y en
forma más racional. La consecuencia de esta omisión es que
importantes posibilidades d la mente humana continúan
desaprovechadas y, al leer, se sigue perdiendo innecesariamente un
tiempo que podría dedicarse a lecturas adicionales o a otras
actividades.
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